Si respiro
lento, me ahogo.
Cada vez más
lento.
Sí, me quedo sin aire.
No tengo
ningún invitado hoy. Estoy sola. Yo y un día de otoño en primerizo verano.
Mi soledad
duerme sin embargo. Yo bajo un supuesto grupo de intolerancias graves.
Crueles, y
graves, atormentadas y graves.
Si desahogo
mi conciencia hasta cierto nivel de, de abreviaturas silenciosas, puedo tan
solo elegir estas letras, juntarlas, unirlas para entregarme algo de lo cual
creerme.
Está el
silencio abrumador que hurguetea mis
oídos cuando no encuentro nada.
Está la
necesidad de encontrar la palabra precisa. La descripción precisa.
Precisa es
una de ellas.
Está el
frío y la piel de gallina.
Está el
sonido de la palabra “estar”.