VI.
He bebido de mi sangre
para anestesiar las punzadas
diletantes de la muerte.
Vacío soplos
que exorcizan deseos
de devorar la patria
con bocas de plástico gastado.
Mi voz de contralto
o contraluz quizás
por cautela susurra
como escucharía uno a una pluma
que calla aún el rocío.
Le pedí que cuidara
del cariño
camuflado.
Mi capricho se burla hoy
del pájaro ciego
que emprendió rumbo.
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