viernes, 9 de diciembre de 2016

VIII.

VIII.

Su mentón acaece con el viento a mi regazo
me postra su rostro en ambas manos para sostenerlo
la imagen arde dispersa y cristalina
mojada, muy mojada por las lagrimas
que apegadas al vacío, colonizan
la voz de su recuerdo.

La primavera diré de su audacia,
los ángeles luego de su delito,
el fresno sanará nuestras heridas
el frío nos obligará a abrazarnos
empedernidos en una sedienta mentira.

Me verán reír dividida,
mi cuello, mis hombros, mi boca.
Me verán ocultar las rocas
cuyo peso partió repartido
y así en su piel se asomará el coraje
de la sangre, del espanto de nuestras risas.


El trueno inquieta el oleaje
con el cual limpio mi boca del vino
con el cual riego las flores que me alimentan
con el cual me cubro de la gruesa espina.

La imagen ya arde dispersa y cristalina.

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